Tal día como hoy, hace 54 años mis queridos padres contraían matrimonio en la Basílica de San Agustín en la vieja Iruña. Luego convite y fiesta en el Hotel La Perla, donde mi familia mantenía una amistad con la propiedad, dada por el amor al toro, las labores ganaderas de ambas familias, y los ratos que los abuelos se habían pegado viajando a ver a José y Juan, a Ignacio, a Marcial, a Domingo, o a Manolete entre los cientos de espadas que vieron. Mi abuelo era enfermo de José, y aunque siguió con gusto viendo toros, mis noticias llegan a un aficionado enfervorizado, parado de golpe y porrazo un 16 de mayo de 1.921, quedando para los restos un trabajador sin par, y un hombre de plaza, discreto y culto en la afición, para quien nada es, ya, lo que era.
Mi padre se quedó entre Luis Miguel y Ortega, Rafael, aunque admite que la generación 50-60 fue de muchísima enjundia. Y no se prodiga en plazas. Es más, a la de Pamplona, ni a la mejor barrera de sombra, dejando a mi aficionada madre escuchando las soflamas pluseras, que poco a poco me la van a confundir. Más vale que de domingo a domingo, cuando nos vemos, reciclamos ese candor que siempre parece quedar a las mujeres en esto del toreo, ese recordar con bien lo último vivido y no darle más vueltas a las cosas, que bastante tienen con sacar familias y casas adelante.
Y baste recordar el día como homenaje, y ver que, entre tantos hijos y nietos, alguno queda con esa vena enferma que se creyó fenecer con el gran 'Gallito', y que, sin embargo, cada día más torna en locura taúrica, a pesar de no encontrar un encuentro similar al que se vivió en los años diez de la pasada centuria. Y es que vivimos de recuerdos, muchos de ellos magnificados, por no decir casi todos. Pero lo cierto es que el fervor del rito nacía desde la misma emoción misteriosa e histérica que surgía del peligro.
Ahora se torea mejor que nunca, se sabe más, el toro está mejor alimentado que nunca, la sanidad es incomarable a la añeja, la comunicación instantánea, internet que todo lo dice al segundo, etc, etc, etc. Y saben que les digo, que no lo pongo en duda, pero me gustaría ponerles un simil de arte a arte. En la ópera, desde el XVIII hasta nuestros días, los divos y divas que fueron, antes sufrieron el pulso de la comparación con el mejor anterior por parte del público, y la emoción y el fervor por lo escuchado nacía de las notas acertadas de las cuerdas de esos divos desgarrando el silencio ruidoso de las salas. Y así cuando la Caballé se presenta en la Scala, no Milán, sino todo el mundo está pendiente de esa joven rolliza, que nada tiene que ver con la Callas, hasta que su voz inunda el recinto y la emoción, el corazón encogido, la piel de gallina sobrecoge a los asistentes al acto. Lo mismo hablaríamos desde antes de Farinelli hasta hoy. Sin embargo, ¿no es más técnico, más moderno, más acústico, más perfecto, las grabaciones digitalizadas de hoy en día? ¿Para qué escuchar a Carusso, Callas, Pavarotti, Brighman y demás en vinilo, o en directo pudiendo hacerlo modificado por la técnica? Yo tengo cd's de Carusso, pero prefiero los vinilos, y ¡ojalá! hubiera podido escucharlo en directo.
Esto me parece a modo de simil el toreo de hoy. Más perfecto, más técnico, más estético, pero con las trampas de las nuevas tecnologías, de los arreglos en las mesas mezcladoras, con el acallar de los malos ruidos. Y no digo si se realiza o no mejor, lo que afirmo es que hay orejas y orejas, ojos y ojos, y mis ojos y oídos gustan más de lo auténtico que de lo perfecto. Y esa es la diferencia. Nos quieren educar hacia la perfección, cuando jamás se logra, hacia la maquinaria perfecta, cuando debemos desear que sea nuestro personal engranaje el que decida. No debe valer una máquina para todos por igual, una forma única y un entendimiento globalizado en masa. Estos detalles hacen que La Tauromaquia se desvirtúe y esté desapareciendo ya. Y digo bien, porque quedamos pocos que la amamos sin medida y sin esperar nada, y porque lo que hoy es ya una realidad clónica, en la inmensa mayoría de los casos, nada tiene que ver con La Tauromaquia como rito. Será otra cosa diferente y tendremos que cambiarle el nombre, pero ya no es rito sacro.
Y aquí, 1 de Marzo, camino del tercer peldaño sanferminero, que nos cae en sábado para celebrarlo con más lógica de horarios, y sin prisas, uno sigue elucubrando, leyendo, estudiando, y todo hace indicar que no estamos en buen momento, como siempre todas las generaciones se han quejado, por otro lado. Una sonrisa me queda, porque después de casi un año, hemos conseguido reunir 500.000 firmas entre 200 o 300 millones de habitantes residentes en lugares donde se dan espectáculos taurinos. ¡Cómo seremos de aficionados que nos ha costado un año! Y eso que me creí aquello que dicen de que somos el segundo espectáculo de masas, el que genera más parné tras la redonda inglesa. ¿No hay un millón de personas un fin de semana de sanfermines? ¿Algunos vendrán alrededor del toro, digo?
Un público nada respetable manejado por unos intereses de bien quedas, buenas caras, mira que bonito, y ¡eso sí! ¡¡pata p'atrás!!!
Y vuelta a pagar al plus al mes por las ferias ya firmadas, Fallas, Sevilla, Pamplona y Bilbao. ¡Pagamos lo mismo y vemos menos! ¡Me da que me borro e iré al club taurino a ver algunas de ellas! ¡Además mi compadre es el nuevo presidente del cotarro! así que habrá que ir a hacer gasto.
Y sigo delirando, y antes de cerrar la pluma, uno más, porque he leído por ahí que los toreros han conseguido un 20% del pastel de las retransmisiones televisivas en Sevilla como gran logro, y por ello era una de sus luchas. ¿De verdad? ¿Un 20%? ¿Y va a ser para todos los sitios? ¡A ver si es verdad! Lo digo entre delirios de alegría para la Meca que se ahorrará dinero para la obra social. Y es que en Pamplona llevan desde que existe tele, chupando cada torero un 25% de dinero extra de sus ingresos en concepto televisivo, y eso al final supone más de la mitad de lo que da la tele si no engañan las cifras porque se acercan entre todos a los 600.000 euros en concepto de derechos de imagen. Así que si sólo quieren el 20% lo siento por Sevilla o Madrid o Bilbao, pero olé y cojonudo por Pamplona. Y a ver si lo mantienen así, ¡eh! No vale eso de que en unos sitios una cosa y aquí barra libre.
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