Visitamos Zafra, desconocida para los compañeros de viaje, cenamos y a la piltra ligeros que el cansancio acumulado nos empuja a ello. Amanecer, desayunar y al poco rato salimos dirección Jerez de los Caballeros: vamos a Los Bolsicos, otro de los templos sagrados donde regenerar el espíritu. Nos llegamos hasta la puerta de entrada a la casa que encontramos cerrada y con tractor delante y ahí dejamos el coche. Al momento nos damos cuenta que están de labores de traslado de toros del campo a los corrales y eso en esta casa es un espectáculo porque todo pasa por la puerta del cortijo en unos cercados de piedra 'hechos por los albañiles' en 1920. Estamos en el padre de casi todas las ganaderías y madre de muchas, estamos en Conde la Corte.
Llega Savador, el mayoral, hijo del gran Andrés Magallanes, y detrás se va acercando el ganadero Luis Guillermo que abre la puerta y se viene hacia nosotros Saludos, abrazos, palabrotas entre amigos y charla amena, mientras continuamos el ritmo de las faenas del campo. Así, desde un privilegiado burladero vemos la traída de la parada de cabestros con otros dos toros camino de los corrales donde están haciendo labores de enfundar, tarde para las fechas que llevamos, pero son los últimos. Pedro y Carlos ven el manejo a realizar por primera vez en su vida, yo atento a la forma de hacerlo y Luis Guillermo de cháchara con Polite pero atento a mi mirar que luego comentaremos. Es agradable poder formar parte de estas cosas, de opinar y ayudar en positivo con lo que pensamos; comentar el trabajo y el manejo en otras casas; aprender el de muchas y sacar conclusiones: la que más clara que tengo es que cada maestrillo tiene su librillo pero el fin es el mismo, intentar presentar el mejor producto en plaza. Pero en ese librillo no hay normas fijas, sino que todo va evolucionando, y esta casa tiene mucho trabajo por delante para no perder ni dejar de ser un referente en el mundo del toro. Y así a la pregunta de qué estamos haciendo mal, uno abrumado le comenta que el mueco es demasiado viejo y poco apto para las obligaciones actuales de saneamiento, vacunación, y menos para enfundar. 'Sera cabrón este Patxi' y entre jaculatorias nos lleva hasta su herrería donde orgulloso muestra el currelo que hacen y nos muestra el plano y las piezas preparadas de un nuevo mueco en chapa, que a priori parece un buen trabajo. No en vano Luis Guillermo es ingeniero y siempre está ideando aparatos y aparejos para mejorar su finca y las labores camperas, y así tiene recogidos de otros lares aparatos de chatarra a los que en la herrería les darán la vuelta y reconvertirán en un carro, en un tractor o en el aparato a necesitar en la casa. ¡Aquí no se desperdicia nada! Y además, los vaqueros están todos preparados para hacer esos trabajos. Y entre tanto trasto viejo, aún aparecen los embarques de madera que se usaban antaño para llevar los toros en tren a las ferias y entre trastos viejos y seguir las labores de campo en plácida y amena charla se nos hace la hora de comer. Dicen, y lo comparto, que en el campo las horas van lentas, que el trabajo se hace despacio, que no se corre, pero tampoco se para y se echan muchas horas. Eso hace a uno vivir más relajado que en las colmenas urbanitas, y a pesar de todo, pasa, o me da la sensación, de que pasa demasiado pronto el minutero. ¡Será que me parece que se termina demasiado deprisa lo que más vivo me mantiene durante el año! En fin, que nos vamos a Fregenal a comer, así L.G. pasa por la empresa a recoger unos temas pendientes. Y es que el negocio de la casa son los cerdos ibéricos, más que los toros, además de tener en la zona de Fuente de Cantos unas miles de ovejas merinas. Los toros son el compromiso cumplido por su padre a D. Agustín Mendoza, Conde de la Corte, ganadero emblemático, pero actualmente las camadas son cortas, la tienta más dura que nunca y burlar la consanguinidad es complicado. Sin embargo como veremos a la tarde, tras la opípara y cochinera comida, llena de detalles y recuerdos, los toros del Conde siguen siendo un referente. Es sencillo dar caña, es fácil decir es que eso no vale, es que aquella ganadería está p'a l'arrastre, es que aquel ganadero debiera mandar todo al matadero, como largan y largan muchos charlaltanes y juntaletras, enervan a los públicos que al final sólo quieren ver más de lo mismo con el torero dando mil pases a la borrega, y encima se quejan de más de lo mismo, que como decía ellos auspician. La buena charla, la compañía agradable, el no tener prisa hacen de la sobremesa una delicia y de la tarde en la finca momentos de luces y contrastes mientras visitamos los toros que presumiblemente irán a Madrid. Y el día se nos marcha en plena paz y sosiego y llega la hora maldita, la de decirnos hasta pronto, que se alarga siempre cuando no tenemos forma de decirnos adiós y entre abrazos sinceros salimos esperanzados con que las sagradas tapias vuelvan a contener en ellas la raza y la sangre de los elegidos, vuelvan a mantener la salvaguarda de la casta. Los mimbres están a la espera, el recinto, como siempre, en primera línea y el futuro cercano, más de lo que pueda parecer. Y dejando Jerez de los Caballeros y la cementera a mano izquierda, retomamos el camino contrario. Volvemos a Zafra charlando del buen día que hemos compartido y entre risas y recuerdos llegamos a cenar y dormir, que mañana nos vamos de tentadero.
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