El pasado 31 de Julio tuve oportunidad de estar una vez más en Bayona. Ese día había jumelage con las ciudades hermanas, y los concejales de Pamplona devolvían la visita, bien tratados como siempre. Los ví a la entrada de los toros, cosa que hicieron todos los ediles que allí se dieron cita.
En la ciudad, constaba una hora entrar en coche, por las numerosas calles cortadas, por los jardines bien cerrados (¡vamos! como en Pamplona) y aparcar se hacía un suplicio en una ciudad con mas de medio millón de almas en esos momentos.
Toda la ciudad iba vestida con el llamado traje de 'pamplonica' (prefiero vestido de sanfermines, ya que lo de pamplonica me suena a chorizo), aunque cierto es, los tres guiris residentes de la vieja Iruña que allí nos encontrábamos no vimos a nadie vestido como puedes ver en Pamplona o en Estella por sus fiestas. Los bayoneses visten de forma my sui generis este traje.
Allí las charangas a ritmo de vals de Astráin se sucedían por calles y plazas, y todos mastuerzos y cocidos, a pesar del corto trago que los franceses te dan en los cacharros, seguían a ritmo de laralá y olé,( ni siquiera riau, riau), el acompasar de los músicos, venidos de Dax, de Urrugne, y de otros lares del Iparralde.
Los tres guiris comimos en la calle, paseamos entre marabunta de personal y de ahí nos fuimos a la plaza.
Bayona, una de las ciudades taurinas por excelencia, capital del mundo taurino del soud'oest francés, con toros de Fuente Ymbro anunciados junto a dos toreros franceses y un mejicano hecho allí, como es Adame. Y, la corrida de toros-toros excelente, los toreros perdidos, el público asistente esquisito, los detalles perfectos, pero las imágenes lo dicen todo:
Entre sol y sombra no había media plaza. Fiestas, cientos de miles de personas, toreros franceses, ganadería de renombre, y ni media plaza. Y es que Francia no es lo que parece, o se nos dice. Y Bayona menos aun. Ahí sigue quedando un poso de deuda de años de mal trabajo y que costará venirse arriba.
Siete días más tarde, con entradas apalabradas, fuera de fiestas y dentro del mini abono de agosto, me quedé en tierra porque venía José Tomás, y hasta mi entrada fue necesaria para alguien nada aficionada, pero es que era José Tomás. Y parece que ir a una de sus corridas, o decir que le has visto aquí o allá da pedigrí. Lo digo porque yo que le he visto unas cuantas veces desde su retorno parezco un privilegiado cuando hablo con gente sobre ello. Y sin embargo, este año, que no he ido a ninguno de sus gaches montados, no me pena nada. Y es que, el maestro de Galapagar está en rodaje.
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