domingo, 30 de enero de 2011
VIAJE A LOS TOROS DE PAMPLONA. I
Después de días acelerados, ultimando preparativos, con los nervios que surgen cuando uno se embarca en un viaje de este calado, que aunque sea repetido año a año, no deja de ser un cúmulo de sorpresas, además de la enorme dificultad de poder aunar los criterios de tantas personas, por fin el día de la salida llegaba sin remedio. Esas fechas que nunca parecen llegar por el deseo de que lleguen y, sin embargo, llegan más rápido de lo que parece. Al igual de como se nos escapa el tiempo.
Todo hacía presagiar, según los partes meteorológicos, que íbamos a tener nieve por Burgos y en la sierra de Madrid, lugar de encuentro de nuestra primera parada, pero la verdad es que el tiempo ha superado con mucho las malas expectativa que llevábamos. A momentos el viaje ha sido muy duro, la experiencia irrepetible. Eso de ver nieve a manta, los camiones obligados a pararse en campas, los quitanieves como locos y nosotros sin cadenas en el coche, hace que algunos instantes sean tensos, incluso pudiendo el silencio sobre dos habladores y el amigo Pedro, que atento a la carretera y a cualquier circunstancia posible nos va acercando a Guadalix de la Sierra, donde al final siquiera hemos podido entrar con nuestro vehículo a la finca.
¿Frío? No, porque nieva pero no mueve aire. Estamos a cero grados, ni frío ni calor, y Andrés Tirado, mayoral de la ganadería de Victoriano del Río que nos viene a recoger en la pick up, preparada para estos lances. Pedro y Polite expectantes porque no han visto toros en la nieve, y entre charlas, cancelas cerradas con candados, el llavero gigante para controlar todas ellas, hemos entrado en los dominios del toro recibidos por un espectáculo veraz. Victoriano tiene un porrón de corridass apartadas ya para el próximo año, y así vamos viendo desde los toros falleros, hasta los de la vendimia, pasando por Sevilla, Madrid, Bilbao y como no, Pamplona.
Si ya de por sí es complicado ver los toros en el campo, aún hay que entender y seguir aprendiendo de las mayores las dificultades que nos ponen los elementos meteorológicos y rápido nos damos cuenta de que el toro se encuentra encogido, como aterido bajo ese clima serrano, resguardados, con dificultades para corretear y se encuentran con unos infames que vamos a estorbarlos en su placidez. Rápido se nota el reposo cortado por el coche y los personajes que admiran el momento. En cuanto se mueven comienzan a defecar, obvio, la comida matutina. Las imágenes para el recuerdo, unos toros bien presentados, una casa que ha aprendido la lección y tiene unos 'pamplonos' bien hechos, bien rematados, lejos del peligro del abufalamiento por intentar equivocar kilos con trapío necesario para Pamplona. Viendo estos lares, donde están toros para casi todas las principales plazas uno sentaría a más de un bocas que habla del toro de Madrid o el de Bilbao. Los de la Feria del Toro son los primos del zumosol en comparación con las otras corridas apartadas. De Bilbao, me podrán decir que al ser un mes más tarde aún se harán más, pero ¿Y de Madrid? ¡Si es en Junio cuando están puestos! Esos errores que cometemos por no querer aprender de los que saben de esto se subsanan en un instante. Un toro se remata para noviembre anterior, un toro de Pamplona se reconoce desde eral, y pese a algunos tuercebotas la ciudad del encierro para doctorados, paga por centímetro de pitón, por caras adecuadas, por cuajo y por presencia. Y eso ya lo hemos visto en esta casa, una de las que en teoría cerrarán ciclo de feria y donde se apuntarán aquellos que tengan fuerza para elegir.
Entre charlas, abrazos, cervecita y picoteo nos despedimos de Andrés y de Juanjo, un chaval valenciano que se presentó hace dos años en la casa y que quería vivir y aprender el trabajo por y para el toro; un 'chalao' de esto para su familia que aún no le entiende. Los tres, mirando al joven, nos reconciliamos con el campo viendo que aún puede haber esperanza, mientras existan 'juanjos' por el mundo.
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Cuantas más veces leo este artículo más me gusta. Irene Tirado
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