lunes, 2 de septiembre de 2013

INDULTO EN FAMILIA

Ayer, primero de Septiembre tenía una cita ineludible que me hacía imposible poder ver el regreso de los toros a la TVE. Mi esposa ingresaba en el hospital para ser operada al día siguiente, y el ingreso se hace a eso de las cinco y pico de la tarde. Para los que se lo pregunten, la operación ha salido bien y esperemos para más adelante los resultados.

No obstante, la dejé cenando a eso de las siete y media, y pude regresar a mi casa a tiempo de ver cómo arrastraban al tercer animalico de los 'domecq' de Zalduendo.

Plaza de toros de Mérida. Hermosa y altanera se yergue sobre un alto en la margen derecha del río Guadiana, sita céntrica, en su paso por la bimilenaria ciudad.
Torero elegido, Talavante, matador de la tierra. Y en dulce en estos momentos.
Toros por TVE, Arnás al frente, y con un CRV "el flequi" deambulando a libre albedrío por un callejón, hasta arriba de tifus, que más se parece a los pasillos del metro en hora punta que a un recinto taurino.

Y uno que, aunque no lo parezca, conoce un poco el percal, no se espera ver una corrida cumbre de la Tauromaquia. Espera ver un festejo en una placita, ¡ojo! hermosa y digna como ninguna; no me malinterpreten ni se me enfaden por esos lares. Y espera ver unos toritos, 'animalicos' bajitos, cortitos, justitos de trapío, culipollos, de escasas defensas y 'colaboradores' al uso y deseo de los bípedos actores, a quienes tanto gusta esta ganadería, y ¡vaya por Dios! sólo la pueden disfrutar en plazas no demasiado exigentes.
Todavía es el sino que tiene marcado este 'excelente' ganadero.

Y sale el cuarto, y se mueve. Es noble, bondadoso hasta el infinito, y desde el principio. Y hasta el final, boca abierta y lengua afuera, y sigue, repite y repite con un son dulce y amoroso. Un toro que si fuera persona sería del punto de la beatificación para analizar por la Santa Sede.

Y ahí, de repente, que se mueven los cimientos de la Tauromaquia. Cuando cuatro empiezan a jalear al torero, que ve la oportunidad de "hacer historia" en su encerrona, y sigue el lío cuando suena el aviso, y al carro se asoman profesionales del pasado y del presente, abroncando a un presidente que quiere cumplir con la norma mínima exigida. Y sigue la bulla, y ya es media plaza, entre aspavientos del matador actuante, la que brama pidiendo el naranja.

Y sigue empeorando el tema cuando es el propio Villasuso, preguntando por el callejón, paseando entre la faena por unas tablas donde asoman multitud de brazos por encima de las mismas, sabedores, quizás, que 'el perritoro' no debe morder. ¡Es un santo!
- Debe ser el ganadero quien lo pida- argumenta el crítico. Y Fernando Domecq que ya está histérico y afónico de dar voces a la presidencia pidiendo que le dejen vivo a su toro, que lo necesita, que le urge echarlo a las vacas. ¡Aaayyy! ¡ Qué lindas van a lucir las vaquitas con tan buen chico del brazo!

Y llega el indulto, forzado y obligado para el 'baranda', y todos contentos, porque artistas del negocio dicen a las claras, a micrófono abierto, que este toro tiene mucha clase, y la clase es la casta. ¡Olé la madre que te parió hayá por la Puebla del Río! ¡¡Olééé!
¡Qué canallas aquellos que no te dejan llevarte uno de estos debajo del brazo, o atado con chistorras a plazas tan infames como la de Pamplona!

Sentado en el sillón, junto a mis infantes hijos, no me asombro de nada. Es más, ni me enfado, aunque me incomodo cuando mis chicos, extrañados, me miran "ojipláticos": - pero, aita, ¿no lo van a matar? Y tengo que explicarles los derroteros de la llamada "Fiesta".
Mientras, la tele, en mi apoyo, y buscando argumentos como sea, habla de la importancia de que la gente vea que a los buenos toros se les perdona la vida, o que tiene que haber aficionados para todos los gustos...y a eso me voy agarrando porque mi hijo, que ya va sólo a la plaza, pregunta por el animal, mientras mi cándida pequeña, camino de los 11 años, le responde que es muy pequeño para ser un toro, y rememora a aquel becerrito, nº 51, lidiado por el maestro Facultades un miércoles de fiestas de Estella.

Tengo familiares y amigos que me dicen que estoy creando unos monstruos, porque se ponen a hablar de toros y pueden sacar los colores a mucho público pagano. Pero los niños son niños, y en su candidez demuestran una sabiduría virginal tan opuesta a lo maleable que nos hacen nuestras dirigidas mentes con los años, que muchas veces asustan.

Y sale el quinto, mejor presentado por cierto, y siguen erre que erre con lo del indulto, y con las vacas que van a acompañar al joven cuatreño dos o tres años más de su vida semental.

Me he alegrado del indulto porque nos ha dado media hora de charla sobre los procedimientos a seguir en el campo, en la plaza con los indultados, y a contarles historias pasadas.
No soy nadie para juzgar lo que otros deciden en directo, estando sentado en el sillón de mi casa, y siguiendo una retransmisión que ni escucho porque entre una cadena y otra, entre la 1 y luego a la 2, se finiquita la corrida recordando viejas historias, y hablándoles a mis hijos no sólo de Velador, indultado en Las Ventas en el 82 (qué pedazo de Victorino aquél) sino de otros muchos, y algunos no tan famosos, porque el mocé pregunta sin parar por Mérida, por su aforo, por el del resto, por Madrid, y sigue y sigue. Y le quiero dejar claro que el indulto no sólo se da en plazas principales con toros más exigentes. Y así les hablo de Recoba, Murciano, Operario, Laborioso, y otros muchos toros indultados en Murcia, Trujillo, La Maestranza, o ese Recoba indultado en Cieza por el maestro Dámaso González en las fiestas del 83.

Hijos, el tamaño no es trapío, y la clase no es casta, pero queridos, esos toros se lo merecieron más que éste, y algunos otros que he vivido en directo, y vámonos a cenar que ya se ha terminado esto.

No hay comentarios:

Publicar un comentario