No me puedo inventar las cosas basándome en pequeños datos históricos, como el que dice en el S.XV que es muy antiguo el encierro y los toros en La Ciudad, o crónicas reales que hablan de espectáculos de toros para celebraciones santorales, efemérides reales, donde ya aparece la figura norteña del matatoros.
Tampoco pretendo decir que si aquí más que en ningún lado y demás. Porque además, faltaría a la verdad. Es caso extraño que los toros hayan quedamos constreñidos a las fronteras de la península ibérica y a zonas aledañas de los Pirineos franceses, cuando todos sabemos que desde Persia, Asia Menor y todo el Mediterráneo las religiones basadas en el totémico animal han sido infinidad y de gran importancia. Sea como fuere, la zona que habitamos ha dado juegos con los toros desde el principio de los tiempos, y a lo largo de ellos, independientemente de los mandones de cada época y sus corrientes de pensamiento.
Todos los datos apuntan a que el juego de toros siempre ha estado presente en la Fiesta a San Fermín, y esta se remonta a antes de los visigodos. Escrito está que desde la primera corrida datada en La Ciudad en 1.385 y hasta que se construye la primera plaza de toros al uso en 1.844, el espectáculo taurómaco se desarrollaba en la plaza del Castillo (sito en la misma zona que en la actualidad) donde se colocaban las talanqueras y toda la parafernalia al uso para ello. Mientras existió el castillo que cerraba esa parte de La Ciudad, todo se hacía en la explanada del mismo, donde los reyes y los nobles siempre tenían su tribuna ad hoc, y cuentan las crónicas que entre justas, juegos, y demás actos que consideraríamos vandálicos a día de hoy, había tardes de 15 toros. Dato curioso es que en ese 1.385 Carlos II contrató dos Matamoros a los cuales pagó 50 libras por la faena.
Si quiero resaltar por tradición, que la costumbre de sacar los toros con mulillas aparece aquí en
1.624, y desde entonces siguen haciendo el recorrido habitual, ahora hasta la Monumental, un
espectáculo que siguen cada tarde muchos afines. Decir que la primera corrida en la Villa y Corte será la datada en 1.636, en honor al príncipe de Gales, creo recordar. Lo cual no quita para que esta sea el principal lugar del mundo del toro. Paso por alto esos siglos, y más el XVIII, que comienza con el festejo de bienvenida al nuevo rey francés, Felipe de Anjou, camino de Madrid, y que no fue de su gusto el preparado. Quizás un pequeño párrafo a dedicar a Carlos III, nefasto en Pamplona, por sus continuas prohibiciones no sólo de los festejos, encierros y demás. Aquí llegó a prohibir hasta el acompañamiento de los Gigantes en la procesión del Santo.
espectáculo que siguen cada tarde muchos afines. Decir que la primera corrida en la Villa y Corte será la datada en 1.636, en honor al príncipe de Gales, creo recordar. Lo cual no quita para que esta sea el principal lugar del mundo del toro. Paso por alto esos siglos, y más el XVIII, que comienza con el festejo de bienvenida al nuevo rey francés, Felipe de Anjou, camino de Madrid, y que no fue de su gusto el preparado. Quizás un pequeño párrafo a dedicar a Carlos III, nefasto en Pamplona, por sus continuas prohibiciones no sólo de los festejos, encierros y demás. Aquí llegó a prohibir hasta el acompañamiento de los Gigantes en la procesión del Santo.
Con la inspiración de lo que se estaba haciendo en otros muchos lugares, aunque siempre con negativas de los muchos que hacían el agosto en la Plaza del Castillo, aparece por fin en Pamplona las plazas de obra. El 14 de Junio de 1.843 el Ayuntamiento aprueba las obras de la nueva plaza, presentado por José de Nagusía. No voy a dar datos, me remito al libro magnífico de Fernando Pérez
Ollo sobre La Plaza de Toros de Pamplona, y en todo caso, al Archivo Real de Navarra, lugar
magnífico para estudiar esta tierra, donde el gran archivero del S.XIX, Yanguas y Miranda, dejó todos estos datos compilados.
El caso es que duró poco esta plaza, que fue inaugurada en 1.844, habiendo cuatro tardes 7, 9, 10 y 11, con toros de Guenduláin de Tudela, José Zalduendo de Caparroso y de la viuda de Felipe Pérez Laborda con la contratación de dos matadores, un tal Francisco Arjona "Cúchares" de 26 años, y su maestro, el sevillano Juan León "Leoncillo" que contaba con 56 años ya. Las principales ganaderías
de la tierra y los principales maestros del momento con Paquiro a la cabeza, inspirador de la plaza,
serán de la partida en esta plaza de Nagusía, regentada por el Ayuntamiento.
En 1.951 se derriba la plaza y sobre sus cimientos y en tiempo récord, sin cambiar las dimensiones de
planta, se construye la nueva plaza de la mano del arquitecto de la Diputación de Guipúzcoa, Mariano José de Laskurain. Entre mayo y el 7 de Julio se tiró y se presentó la nueva para que hubiere festejos,
aunque luego, el remate de la mismo no finalizó hasta agosto del 52. Como ganadero aparece el debut de Nazario Carriquiri que para los cuatro festejos proveyó de 15 de los 27 toros. Y entre los diestros, aparece Cúchares otra vez al frente. Y es que en las décadas de los 40 y 50 será el principal artista en
los Sanfermines.
Los toros siguen su vida en el XIX como en todo lugar, viendo la incorporación de los nuevos litigantes, y gozando de la mayor y mejor competencia que jamás ha existido en la historia de La Tauromaquia. Me refiero, como no, a la rivalidad de Rafael y Salvador, Lagartijo y Frascuelo. A pesar de las guerras carlistas, en la que esta tierra en su mayoría se posicionó siempre a favor de la primigenia causa de Carlos María Isidro, hermano del felón Fernando, los toros y sus fiestas siguieron con su curso, e incluso con la presencia de SM Alfonso XII en 1.884, en cuyo festejo se solicitaba desde la solana se derribarán murallas para abrir La Ciudad, cosa que empezó a ocurrir a partir de 1.888.
Este dato es importante, ya que las plazas de Nagusía y Laskuráin se situaban en extramuros, en terrenos cedidos por las Carmelitas Descalzas frente a la Puerta de San Nicolás (por delante de la
plaza del Castillo y del Palacio de Navarra, y para abrir el segundo ensanche, cosa que se pretendía en el año 1.916, era un estorbo. No quiero llenar de curiosas historias, pero sí dejar claro que el encierro era ya el acto central de las fiestas, porque se hacía imposible antes la algarabía y la escandalera tirar la plaza y llevarla a otro sitio que no fuera ese terminar la calle de La Estafeta y girar a la derecha camino de la plaza. Quiero significar esto porque ni los pamploneses de 1.920 ni los de ahora podían imaginar la solución tan simple que estaba a la vista, porque, aunque todos los ciudadanos querían abrir una ciudad encorsetada entre murallas castrenses, nadie estaba dispuesto a sacrificar el lugar de la plaza. Eso da el dato de la gran importancia que tenían los Sanfermines en La Ciudad. Y eso que Hemingway no "se los había inventado aún".
El 11 de Julio de 1.921 se da el último festejo de la vieja plaza. Belmonte, Varelito y Granero despachan una corrida del conde de Santa Coloma. Dato curioso, el pasmo tenía 29 años y ocho de alternativa, y recibió el premio de una vuelta al ruedo en su primero, pero en el cuarto la bronca fuede aúpa por parte de los mozos de la solanera, que le increpaban su supuesta dejadez después de haber cobrado 30.000 pesetas. ¡Casi nada!
La historia de la plaza nueva comienza el 5 de agosto de 1.920, - según cuenta Perez Ollo-. Aquel día se reúne la comisión de La Casa de Misericordia y surge la idea de ser esta entidad benéfica quien haga la nueva plaza. Parte la idea de los concejales que formaban parte de la comisión Municipal de Beneficencia. Y lo cierto es que el Ayuntamiento ni quería sufragar los gastos, ni quería hacerse cargo de su gestión, y desde su seno se pedía que fuera una empresa ajena a lo público quien se hiciera con las riendas. Por otro lado, la importancia de los Sanfermines no permitían en ningún caso dejar semejante evento en manos de una empresa especuladora (ya por entonces existían los tiburones). Pero aún un problema mayor venía a ser que la Meca no tenía dinero. En 1.920 tenía un déficit de alrededor de 58.000 pesetas.
Apelando al espíritu de la fundación de la Casa de Misericordia en 1.706 que decía que se nutría de la Beneficencia de los pamploneses, nunca de las arcas munícipes, es toda una gran historia saber todo lo acontecido, por eso me remito nuevamente a Perez Ollo o a los legajos que la Meca mantiene sobre aquello: actas, facturas, planos, acuerdos, resoluciones. El caso es que el Ayuntamiento, sorprendido por lo presentado por la comisión de La Meca cede el solar tras la calle Estafeta, once mil y pico metros, a perpetuidad y la Casa se hace cargo de todo. Así nace la nueva plaza, y el porqué la Casa de Misericordia es la propietaria de la plaza de toros y aledaños, dueña del festejos y de los toros a contratar por ellos. Nace el mejor acuerdo que jamás tuvo esta ciudad. Una gestión responsable, privada. Una beneficencia que se nutre ahora de los beneficios de la gestión taurina. Nadie exige nada al otro, se mantiene la presidencia honorífica en manos del alcalde, y La Meca sigue en su labor social. Y Quiero apostillar, que como siempre, existen meapilas por doquier y hay quién dice aberraciones sobre esta casa, pero siempre venida de la ignorancia en la que se mueven.
La plaza la construirá el donostiarra Urcola, que ya había construido la de Donosti, hermosa y señorial, y la del barrio de San Bernardo en Sevilla, de la mano de Joselito El Gallo, que ya contabacon 23.500 localidades. Todo una magna obra para esos años diez, y que todos conocemos la historia que trajo en Sevilla. Si alguno no la conoce, buceen, lean y sorpréndanse con lo ocurrido con aquella.
Los toros seguirán siendo acto principal en los Sanfermines. Durante siglos así ha sido. Lo único que ha hecho Pamplona es adaptarse al festejo en cada momento. Y si nos paramos a pensar, La Tauromaquia es cuatrimilenaria, Pamplona tiene 2.100 años, pero el festejo como lo entendemos hoy es más nuevo que La Casa de Misericordia de Pamplona. Y por aquí han pasado todos los actores principales de la Fiesta en cada instante, y antes no era como ahora que las figuras estaban en cualquier talanquera pueblerina (a las cuales vuelvo cada vez que quiero regenerar mi espíritu taurómaco porque son origen y principio de La Tauromaquia). Eso nos viene a decir que los Sanfermines han sido fiesta importante desde el labor de la vida en La Ciudad, y no, como ya he mentado, gracias al señor Hemingway, y a pesar de su "Fiesta". Aunque si que en los treinta, cuarenta y cincuenta vinieron muchos famosos a conocerlos, y pudieron ver a Lalanda, Domingo Ortega, Manolete, Pepe Luis, Pepín, Luis Miguel, al papa negro, y a todos, todos los que tenían algo que decir en el planeta toros que decía Cañabate.
Sin embargo, la guerra, la crisis, el hambre, la falta de toros, las triquiñuelas continuas de los sectores nuevos (recordar que es entonces cuando la figura del apoderado surge con fuerza) hacen sufrir continuamente a la Comisión taurina de La Meca, que es un grupo de ciudadanos elegidos para la labor, y que lo hacen de forma altruista. A finales de los años cincuenta se dieron dos circunstancias claves para mí, de las muchas que concurrieron, como fue la decepción de la Comisión con toreros y ganaderos para poder conformar una Feria en consonancia a la repercusión de los Sanfermines, y los personajes de esa Comisión en sí. El empresario Sebastián San Martín, cabeza visible de aquella revolución, era un hombre con una afición desmedida. Hombre familiar, con negocios varios que atender, aún era presidente del Club Taurino de Pamplona, tertuliano de a diario y como hombre cabal y visionario, le escamaba lo que sucedía entre bambalinas, y con muchas opiniones del aficionado del momento a la espalda es cuando pega un golpe a la mesa, y crea la marca "San Fermín" al igual que pocos años antes Livinio Stuyck hiciera en Madrid con San Isidro. Conscientes ambos o no de la marca que crearon en ese momento, hoy casi seis décadas después, tenemos claro que son las dos marcas más seguras del mundo de los toros, a pesar de las deficiencias que podemos seguir viendo todos, año a año, sobre todo en Las Ventas del Espíritu Santo.
Nace la Feria del Toro en 1.959 como primera fecha a consumar la frase que resume el espíritu de esta idea, que aunque parezca algo normal hoy en día, entonces fue teñida como una peregrina idea de aldeanos de provincia: "Toros excelentes de presentación y sin arreglo de pitones para toreros valientes que quieran venir a torearlos".
Como todas las ideas, no fue fácil llevarla a término, ni fue de la noche a la mañana su absoluta consolidación. Toreros vinieron, otros la rehuyeron, otros probaron y se escaldaron. Los valientes y bravos perseveraron. Los de porcelana ni lo pensaron. Ganaderos que cumplieron y vieron su confianza premiada con sus repetidas actuaciones. Otros que no tuvieron visión y no lo hicieron y desaparecieron del mapa pamplonés. Datos de Pamplona, datos de su feria, sus toros y toreros, nada como el libro de Koldo Larrea sobre Pamplona, 100 años de pasión por los toros, para ver y bucear entre sucesos y estadísticas. Libro de obligado sitio en la estantería, y cercano como la guía de contactos del movil.
El caso es que en 1.967 se llevó a cabo la reforma de la plaza. La ciudad crecía y la Feria del Toro también. Será el tudelano Moneo, el arquitecto encargado de 'recrecer' el coso, que con modificaciones posteriores, pero nunca estructurales, es el mismo que se asienta hoy en día, propiciando el festejo para 20.000 personas, casi.
Quiero dejar claro para muchas personas que confunden los términos, que la Feria no nació para traer ocho corridas de Miura o de Dolores (en la actualidad). Los Torrehandilla, cuvillos, garcigrandes, y demás tienen sitio porque el espíritu de la Feria nació con toros de excelente presentación e íntegros de pitones. Y eso es lo que tenemos que vigilar. Y los toreros? De verdad, y por el bien del rito, olvídense de los toreros. Toros de excelente presentación e íntegros en sus defensas, criados con honradez. Bien pagados. Y luego que la lidia dé comienzo, se cree emoción y se cumpla el rito. Y si vienen los más avezados mejor. Pero lo que si nos debe quedar claro es que vienen los más comprometidos, y también bien pagados. Y nos queda a todos, a todos los que amamos esto, vigilar también a la Comisión para que nunca, nunca, olviden el compromiso de sus mayores en La Meca y la Feria del Toro siga siendo un referente. Algo único en una ciudad pequeña, que aunque con muchos siglos de historia, tampoco nunca ha sido una gran ciudad mundial, pero sin embargo, tiene un santo que propicia unas fiestas que sí lo son.
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