domingo, 1 de junio de 2014

NOVILLADA ETERNA

En Pamplona, los festejos taurinos empiezan antes que den comienzo sus Sanfermines mundiales. Esto, que parece un contrasentido respecto a lo que se estila, no es porque sí. Tiene su explicación. La Feria del Toro, desde su inicio en 1.959 con este concepto, no siempre tuvo este festejo adelantado, aunque sea por un día. De hecho, el festejo no se considera parte de la Feria del Toro, y de normal se trata de una novillada con picadores que se daba en vísperas, es decir, el día del chupinazo. El día del café torero, cuando empiezas entonando el cuerpo con un almuerzo, a poder ser pantagruélico, para poder aguantar todo lo que nos echen por detrás y por delante, terminaba en el llamado riau-riau, que no era sino el momento de acompañar en sinvergüenza procesión al edilerío desde el Ayuntamiento hasta vísperas a la capilla del santo. Y era entonces, con toda la ciudad volcada en ese acto, cuando en la plaza se daba un espectáculo, nunca lleno, de los denominados menores. A la sazón era la novillada con picadores.
Dentro del abono de sol, ese día ni se contaba, y se regalaban las entradas por doquier. En mi peña, la costumbre era juntarlas todas, llevarlas a dos centros de internos jubilados y regalarlas para que nuestros mayores disfrutaran del rito mágico. La juventud, entonces disfrutaban de otro rito al son del baile de Astráin.
Con la irrupción de la figura del maestro a caballo estellica, fue a mediados de los noventa cuando se dio un giro al abono novenario, añadiéndose, como se hizo en otros muchos lares, el festejo de rejones, fuera de Feria del Toro, pero como espectáculo complementario perfecto. Y así, aquello del rejoneo que se añadía en muchos sitios como un acto suplementario a una corrida, en aquello que Cañabate denominaba el numerito del caballo por delante, se convirtió en un festejo propio y con rango pero sé en la vieja Iruña, todo fundamentado por la figura del coloso maestro de la ciudad del Ega. A esto cabe añadir que ya para entonces, el riau-riau se había convertido en un deplorable acto reivindicativo, donde la borrachera hacía llegar a las manos con facilidad al personal más tranquilo y demócrata.

Y eso hizo que la plaza volviera a ser el centro de las vísperas, y aquella entrada novilleril se adelantó a la noche del 5, y, por mor del empuje del dios del toreo a caballo, pasaron a ser las entradas más cotizadas del nuevo abono de diez. Las peñas, siguieron con su tradicional irrupción el Feria del Toro, y ya fueron dos, y no uno solo, los festejos a perder. Nada que objetar por la mayoría de espectadores, que reconocen el día seis de Julio, día del chupinazo, y vísperas del día santo y grande de la ciudad, como la mejor tarde de toros, mejor ambiente, alegría, fiesta, limpieza, y disfrute de los quehaceres de los caballeros. In enternum pensábamos que debiera ser el maestro, y por ahora así se cumple. Y a eso, añadir el asentamiento del otrora mocé de Noáin, como aliciente a que el arte de Marialva se mantenga como un fijo en el abono misericordioso.

El día 5, fuera de Sanfermines porque siquiera el chupinazo ha sonado, anocheciendo y con las luces dadas, en lo que siempre es una fresca noche, al menos no tengo recuerdo de una sola novillada en que a pesar del jersey o la chaqueta no haya pasado frío, y encima todo quiqui vestida de calle normal, faltando por doquier el blanco y rojo, parece quedar como relegado a un episodio menor.

Sin embargo, para el aficionado nada más lejos de la realidad. Creo que ver la plaza más de tres
cuartos, aunque el abono sea liquidado casi por completo, de gente ávida de ver progresar a los muchachos, y de ver toros de verdad, mientras se oyen los sonidos de la música, de los chicos, del burel, hacen un entorno extraño a lo que a partir del día siguiente suene, pero es un punto de partida insuperable para muchos, que amamos este rito, y posiblemente sea el día en que más pueda parecer otra plaza cualquiera de las de enorme enjundia. 
Si en vez de arena del Ebro, es ceniza, y ponemos asientos azules, lo mismo estarías en El Bocho y La Monumental haber mutado en Vistalegre.

Dentro de la crítica local, algunos se cabrean, y gritan enfervorecidamente porque ese día no hay más novilleros de casa, o porque no se repite a triunfadores, y sin embargo siempre "viene el mismo ganado". La filosofía de la comisión de la Meca es clara, y reconocida por ellos. Y sigue inmutable porque las mismas personas continúan, a Dios gracias, con ese pensamiento. Ese día, recalcan una y otra vez, deben venir los chavales que mejor se hayan situado en la primavera, especialmente en Madrid. Que venga la terna que haya llamado especialmente la atención y haya dado buenas sensaciones entre Sevilla y Madrid, ya que, a día de hoy no existe un circuito de novilleros en garantías, y casi todos son chavales al 33, cuyos ponedores no quieren más que forzar el doctorado lo antes posible, y trincar retorno a la buchaca, hay que reconocer que es, no sólo lo más sensato, sino también lo más lógico.

Y ahondando en la crítica negativa que se hace al ganado, es cierto que por muchos años vimos a Miranda de Pericalvo, pero es que ¡siempre lo hacían bien sus novillos! Y cierto es que casi todo quisqui deseaba que fallaran para tener excusas para no repetirlos. Y eso tampoco debe ser. Porque el deseo de ver un buen ganado, y ver, con mirada tierna y consentida, el quehacer de los noveles debe primar sobre todo.
Ahora nos toca la repetición del ganado de El Parralejo, que en estos últimos tres años ha dado un juego sin mácula, aunque algunos lo miren con malos ojos, deseen su mal, e incluso, anotadores o ponedores de notas lo evalúen a la baja como queriendo hacer piña con el personal aficionado para que la rabieta aleje a los de Zufre del abono sanferminero.

Aquí, pierdo la imparcialidad, debido a mi cariño por el proyecto de la sierra de Aracena, y no debo entrar en merecimientos. Pero con independencia creo que, o cambiamos la idea de la feria y de la Meca de premiar, reconocer y repetir al que cumple, y cada año damos un giro y vareamos por todo el mercado, sea de la asociación, la unión, o quien sea, o buscamos una fórmula de alternancia en años 
para este primer festejo, o seguimos igual. Siempre podíamos sacarnos de la chistera una mini feria por San Pedro con tres novilladas, tres ganados diferentes, nueve chavales locos por venir, y al merecimiento del triunfo tenerlo para la temporada siguiente abriendo el decenio. Ahora bien, a parte de cuatro locos, ¿ iría alguien a llenar el cemento?
Suelen decir que los experimentos con gaseosa, y que tal y como están las cosas, sigamos la máxima castiza que dice 'virgencita, virgencita que me quede como estoy'. Pero quizás estamos perdiendo el oremus, precisamente por no innovar o buscar soluciones, aunque algunas sean sorprendentes y no atraer gente nueva, o mantener la que por ahora viene. Que, a saber por cuánto tiempo!

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