domingo, 17 de abril de 2011

Serafín Marín, de concurso

Serafín Marín, el matador que veíamos llorar sin consuelo alguno el pasado año entre los dirigentes de su pueblo cuando le quitaron poder seguir realizando su trabajo en su tierra; el matador pitado y aplaudido por desfilar en Madrid con la barretina; este joven jovial, alegre, cercano y sincero. Un muchacho agradable con quien es un placer entablar charla no ha sido un afortunado torero de primera fila, pero siempre ha estad ahí y ha tenido su interés.
La última charla que tuvimos me comentaba su deseo de venir a Pamplona y que le gustaría que fuera con los Dolores Aguirre, que le habían ido bien anteriormente. Y creo que puede ser posible que el mocé de Moncada pueda lograrlo, siempre y cuando siga demostrando que está preparado para ello, y eso, como bien saben, se hace en el ruedo. Y si lo haces Serafín, no te quepa la menor duda que estarás en la Feria del Toro. Que esta empresa respeta la tradición, y contrata a quien más se lo merece (y también está obligada a hacer pequeños guiños, pero eso es otra historia).
Hoy, quiero dejar claro tu valor y entrega. Sobre todo tu entrega al público y al espectáculo que está viviendo. Y Zaragoza lo sabe. Por eso, un año más has estado en el coso Pignatelli haciendo vibrar con tus intenciones al público asistente. No el que el espectáculo de la concurso se merece, por cierto.
Otra vez, te has plantado en los medios, has visto la condición del burel, has charlado con tu gente, sobre todo con Almodovar y Molina, tus hombres de a caballo. En una interesante tarde, que no vamos a ver dar mantazos ni muletazos, sino a comprobar la bravura del toro en sus entradas al caballo, en la que hay que leer las bases del concurso y comprenderlo. Y tú, Serafín, un año más sabes la lección y vuelves a demostrar la condición que tiene el toro, olvidando tu muleta, tu lucimiento y colocando al toro cada vez en más aprieto, más lejos, como debe ser, como en una tienta. ¡Ahí se mide su bravura!
Y está bien que Almodóvar y Gargantillo de Felipe Bartolomé se lleven los honores y el triunfo, pero sepan todos que eso es posible gracias a la generosidad de un torero, que comprende el oficio y va a la concurso de Zaragoza con los deberes aprendidos. Y no olvidar las varas tan lejanas que tomó el grandón de Adelaida Rodriguez que lidiaste como último de tu lote, aunque luego no siguiera con la chispa de tu primero.
Y más allá de lo bien que estuvo el encuentro con las varas durante toda la tarde, me quedo en recordarte porque hoy no muchos lo harán. Y sabes que no puedo dejar de agradecerte el día tan bueno que echamos en la concurso de Zaragoza de 2.008 y cómo luciste a los toros por encima de tus intereses. Mucha gente no ha olvidado aquellas varas tan lejanas y aquellas arrancadas del jabonero veragüeño. Y tal como aquel día que ni su ganadero Tomás, ni yo podremos olvidar, ayer lo volviste a bordar.

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