sábado, 1 de octubre de 2011

Madrid, los toros se han dejado hacer

Madrid, 30 de septiembre. Feria de Otoño. Una gran entrada, llena de expectativas. Los papeles de la #lluviadetwitts llenan los tendidos, uniendo a todos en la defensa de la fiesta, incluido a los oficiales televisivos del molésplus que nos tran a casa imágenes y sonidos, de lo que todos esperamos un buen festejo.
¿Todos? No, todos no. Solo, con el portátil en mis rodillas, sigo los preámbulos ante un cartel repetitivo y una ganadería que sigue en Madrid, pase lo que pase, y que no llama la atención para los colegas, incapaces de hacer ni cinco kilómetros para venirse hasta el sillón del salón. ¡Vamos hombre! ¡Otra vez! Y no vienen ni con la merienda de cebo. Y es que, es viernes, y hace un tiempo increible, después de lo visto por estos lares, el pasado verano.

La corrida, al final, no ha cumplido las expectativas creadas ni por los toreros. Los tres, El Cid, Castella y Perera, dicen que en my buena forma.
Un Cid, que sigue teniendo la fortuna de cara, a la hora de coger los papelitos, en el sorteo matinal. Un Cid, que torea a arreones, que no está ni de lejos como el que nos enamoró, aunque se le vea metido en faena en sus dos toros, que a la postre fueron los más aptos para la lidia. Hablamos de un gran cuarto toro, después de decir que el primero se rajó. Cierto, que se rajó, pero ninguno entró en varas, ni apretó en condiciones de hablar de un toro bravo. El cuarto, su segundo de lote, fue bien lidiado, bien bregado, bien capoteado, banderilleado, y recibió algunos buenos pases por izquierda y derecha, jaleado por sus amables fans al micrófono.
Digo algunos, porque en una serie de siete naturales, - primero hacia afuera, segundo perfilero pata atrás, tercero enganchado, cuarto ligado, quinto sublime, sexto hacia afuera y remate de desprecio mirando al tendido - hemos visto de todo. Y en los derechazos, verticales dicen, ha llevado toreado al burel en escasas ocasiones. A un animal, que enseguida todos han llamado bravo, de vuelta al ruedo, pero que no se ha empleado al caballo, y su látigo no ha sido otra cosa, que salir al trote, pronto, y con fijación, a la muleta presentada. Eso sí. Donde se la han puesto, aunque no estuviera ni bien colocado el matador, ha ido.
Luego lo de siempre. Espadazo al que se rajó. Fallo injustificado al que calienta las gradas. Y Manuel Jesús, que se lamenta y no puede dejar de pensar en lo perdido. Perder, perder, nada comparado con las grandes gestas que ya ha hecho por doquier. Y ¿ganar? Si ya tiene su caché de figura, está en todas las ferias haga lo que haga. Pero sí. Él sabe que ha perdido una oportunidad. La suya. La de sentirse en la cima, torero maestro, admirado otra vez en la primera del mundo. En pocas palabras,el engorde del ego, tan necesario para estos hombres.

Perera y Castella, Castella y Perera. Pajuno, abstraído y clónico el francés, que ya se iba a brindar a los medios sin haber hecho nada, ni haber toro para ello, y pitado, despierta, se da cuenta que está en Las Ventas y deja caer la montera a mitad de camino y se va a por el toro. ¡Hombre! Es que para torear le pagan. Por su parte, el pacente, nos deleitó con todos los quietismos y pases por aquí, pases por allá de técnica continua, pero no supo parar un manso que pedía lidia guerrera en tablas, e ir allí, torearlo in que se le vaya a cada pase hacia tablas.

No sé, para qué escribo semejante peyorata. Lo digo de verdad. Eliminen todo lo anterior, y desdde la primera línea, donde hablamos de gran expectativa continúo en una frase, que además no es mía.
Antes del sexto bis, entrevistado Adolfo Martín, al final le preguntan por la corrida y dice: Tarde sosa, un poco aburrida, con unos toros que han dejado hacer y estar a los toreros. ¡Esa es la verdad! Lo dice un ganadero de un ganado que llaman 'duro'. Los toros no han puesto un solo aprieto, no han dado ningún peligro, se han dejado y han recibido pase tras pase. Eso sí, emoción, cero. Y lo peor de todo, una vez más los de la tele oficial. A fin de temporada hablaremos de las perlas que se largan, que algunas acojonan al más 'pintao'.

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