Consumando infamias, uno no sabe qué pensar sobre qué es mejor dentro de las puñaladas que se le da al arte de La Tauromaquia. Me paro a pensar antes de seguir adelante, porque igual mis palabras no son las adecuadas, y sigo como si no hubiera hecho tal parada. Recuerdan aquello que decimos cuando la vida nos ha golpeado vez tras vez, que ya no me callo, que estoy por encima del bien y del mal. No es que sea mi caso, o piense exactamente así. Pero, prefiero pecar de largón en contra de lo que entiendo como malas praxis, que correcto caballero con olor al tufillo que ayudo a esconder.
Si la prohibición catalana parece lo máximo, creo que es peor los atajos que se implantan sobre el arte en el círculo mágico para terminar por desvirtuar, sobrecogedoramente, el verdadero ser del Arte de la Vida y la Muerte. Si ya llevo lustros demostrando mi repugnancia por la abominación de la corrida portuguesa, imaginen mi pesar cuando en una ciudad con una feria tan interesante, y con una afición comprometida, el 'mierda' de su alcalde se carga la tradición e implanta la corrida sin muerte. Me refiero a Quito, claro está.
No recuerdo por completo la de saliva que habré usado poniendo a parir la burla que el señor don bull quería implantar en la América yanki. No puedo olvidar la tristeza pasada en el vecino luso viendo agonizar en corral más de 30 horas a un hermoso toro que había dado todo hasta que los forcados lo habían domeñado y empujado a esas pajas entre paredes, a la espera de la llegada del camión del matadero, que aun lo tenía que transportar ochenta kilómetros hasta llegar a su 'muerte digna'. Pero claro, esto no es barbaridad. Aquí no pasa nada entre el animalismo, porque como no lo ve la gente ¡ojos que no ven, corazón que no siente! Pero, los que vemos esas cosas ¡qué! ¿No se nos puede desgarrar el corazón? ¿Estamos obligados a silenciar esta barbaridad por el bien de una fiesta pervertida? Porque sepan que la respuesta que nos da el taurinismo unido es que mejor eso que nada. Yo, sin embargo, prefiero que no hagan nada, a que maqueen, perviertan, abominen la realidad de la tragedia. Para gustos los colores.
Si los antis consiguieron con la gorra, dicho es, echando pipas, es decir, con total facilidad, 450.000 firmas para la ILP anti de Barcelona, y nosotros en seis meses, 'los super aficionados de España y su Fiesta Nacional', los que económicamente organizamos y procuramos el desarrollo del segundo evento estatal, nos vemos incapaces de sumar 500.000 firmas para la ILP taurina que queremos llevar al Congreso de la nación.
En Quito, el pasado año se decidió convertir la gran feria de Jesús del Gran Poder, en el poder perdido por la lucha del gran alcalde de la ciudad, que convertido por el fenómeno anglosajón del animalismo, ha conseguido la llamada corrida incruenta. Y de esta forma, este año, los toros que sean lidiados en la capital de Ecuador, no serán muertos por la espada de sus contrarios. Tendrán que ser llevados a los corrales. Y allí deberán esperar el fin de la corrida, y luego, amablemente e imagino que a besos y caricias, un matarife dará buena cuenta de ellos. Y a mí, lo cruento me resulta esta abominación. Tanto para el toro en sí, que debe esperar una agonizante muerte, como para toda La Tauromaquia, al permitir que su arte supremo sea mancillado por la no lucha de hombre contra bestia, y por la imposibilidad de la consumación del arte, de la consagración del misterio. Para los católicos sería como que se eliminara la Ultima Cena, y ya no se tomara el cuerpo y la sangre de Cristo porque es aberrante hacerlo. Y para más inri, la no muerte es la mayor vejación que se puede hacer al animal, creado, nacido y criado para demostrar su grandeza, y morir en la plaza. No a oscuras en una nave junto a miles de hermanos.
Al final, bordeamos la barrera de la dignidad. A mi juicio, que las figuras, y las no figuras, cualquier torero que se precie, traguen y participen en esta 'seudofiesta' es ayudar a la finiquitación de la misma. Y es que, cuando la rematadamente mal llamada 'corrida incruenta' se vaya haciendo un hueco, como fuera lo habitual y lo normal, desaparecerá la auténtica. Y ese día, un propio vivirá de sus recuerdos y sus vídeos. Lo digo, porque entonces no me pillarán en una plaza, pagando y alentando lo que considero una abominación. Y creo, que toreros, apoderados y ganaderos debieran mirárselo. Porque, no tengo ninguna duda, que ese no es el camino a seguir.
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