Ayer tarde, muchos aficionados nos vimos citados junto a un populoso grupo de habitantes de la Casa de Misericordia en el salón de actos del centro donde hubo una charla, vimos una grabación de José Tomás en Pamplona y nos tomamos un ambigú preparado por La Casa, siempre tan atenta.
Al albor de la labor fotográfica recopilatoria del Sr. Galo Vierge, q.e.d., se ha preparado un cuadro de fotos de viejos aficionados a los que la vieja guardia, con el maestro Emilio García San Miguel de batutero puso nombre a todas las que pudieron, y así disertaron sobre ello dando el citado una demostración sin par de la memoria prodigiosa que aún mantiene, recordando los datos de los años cuarenta y cincuenta hasta hoy que surgían por delante. Obviamente, en el cuadro de finados faltan nombres que gustosamente se aprestan a colocar si alguno recuerda o sabe de un viejo aficionado que no esté en la lista.
Después, y por enésima vez para mí que la grabé de Vía Digital en su momento, vimos la faena ejecutada con maestría por José Tomás, un catorce de Julio de 1.998 a un Torrealta, en concreto a su primer toro al que desorejó tras magistral faena a la zurda. La verdad es que esa tarde tuvo su algísimo punto en el sexto, segundo de JT, y no sólo yo, pensábamos que esa faena, mejor, trifaena, iba a ser la visionada. Luego, pensando en voz alta con otros asistentes comentamos que el sexto y el primer sobrero fueron devueltos a corrales por su blandura de remos y su manifiesta invalidez al caballo y cómo el segundo sobrero de María Pallarés, creo recordar, fue la pasada final del que luego fue triunfador del ciclo sanferminero.
Pero, aparte de comentar el buen rato que pasamos, quiero dejar constancia de que pude ver el cuadro que se presentó como cartel anunciador del ciclo táurico el próximo julio pamplonés. Un cuadro, un cartel que inundará en su momento la ciudad pintado para la Meca por una señora llamada María Franco, a quien no conozco ni de oídas, y que debe ser sobrina nieta del gran poeta porteño Rafael Alberti. Simplemente espero que no sea su única virtud porque debo decir que a mí no me ha gustado el pastel de colores que nos presenta. Luego, como otras veces, a fuerza de verlo mil veces acabará entrando en la retina, como algo consuetudinario, pero de primera impresión no me ha calado. No sé que opinarán Vdes.
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