Una tarde desangelada se nos aparecía, después de un día de lluvia fuerte, fría, que más que decirnos que estamos a 7 de Junio, nos retrotrae a días marceños, en que el abrigo se hace imprescindible.
En Madrid, algún listo había decidido quitar la lona que cubre la arena de Las Ventas alrededor de las once de la mañana, mientras seguía la tormenta abierta y la lluvia dejaba el coso para la suspensión. Las malas lenguas hablaban de media entrada, de ganas de la empresa de finalizar antes del inicio el festejo. Suspenderlo supondría la no participación de los actores mientras el personal devolvía la entrada en la taquilla. Sin embargo, a eso de las cinco de la tarde, las máquinas entraban a la arena a trabajar sin desmayo y dejar medianamente aprovechable la tarde para que no fuera trágica la situación metereológica, que además desde las cuatro de la tarde daba un respiro y no ahogaba más el cenagal en que la plaza se había convertido. De todos modos, la decisión de algún infame por quitar la lona, daba aun más sentido a la expresión angustiosa de poner en peligro extremo la vida de los actuantes. Toreros, matadores a la cabeza, que por nada se iban a dejar cancelar el evento. Tanto rafaelillo, como Urdiales, como Tejela no están para renuncias y ascos, y como tres gladiadores, aceptaron el envite y tras el 'alea jacta est', con retraso de poco más de diez minutos, comenzaba el 'ave urbe, moritorumque te salutam'. Y es que los que pueden morir saludan al público, que muchas veces olvida que eso ocurre. Quizás sea porque escondemos la realidad trágica de la muerte, porque estamos creando un burel incapaz de demostrar y dar esa sensación.
Y la tarde deja un mal sabor de boca, porque Rafaelillo no acaba de estar, en el primero se acelera en exceso y no comprende la acometida del atanasio que se agota ipso facto. Y en el segundo no tiene material, siquiera para ello. Urdiales, el bravo riojano que tanta fe despierta entre el aficionado y tanto maltrato por las empresas se come lo más infame de la mala tarde. Tejela, que lidia lo mejor, con un tercero de la tarde de alta nota, bravo en todos los tercios y mucho mejor que él, desguaza la corta faena con dos infames cuchilladas casi a la barriga y una mala estocada que le hacen perder el crédito. En el sexto, bueno el octavo por las dos devoluciones habidas, nada de nada.
Pero, para entonces la mala tarde ya había llegado, y sabíamos que la muerte había hecho acto de presencia en el campo bravo. El ganadero Jesús Esperabé de Arteaga, ganadero del campo charro moría en la finca a manos de uno de sus huestes. Uno más, en los gajes del oficio, que tantas veces ocurre y no terminamos de asimilar. Y la muerte, como máxima expresión y resultado de la vida, viene a terminar de traernos la margura a la mala tarde.
¡Ay! La mala tarde, que termina con noticias entre mensajes de twitter que nos dicen que el maestro cartagenero, Ortega Cano, está muy mal, mientras telecirco en sus basuras de su telemierda siguen dando estopa indeseable sobre el que fue un gran matador, sin paliativos. Y es que, lo único que preocupa es si su concuñada, una tal Rosa Benito que está en la isla del tesoro haciendo el maula por famoseo mal entendido y pasta gansa, tendrá que volver o no a España, y cómo le afectará cuando se entere. ¡Vaya gentuza que nos rodea y manda en los medios! ¡Más vale que el mando de la tele es el único que tengo en mi casa y telecirco está vetada!
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