Cuando llevamos retraso con la convocatoria del café de la Casa de Misericordia, uno cree que puede se encuentre amargo el sorbito. La propietaria del coso Monumental pamplonés, normalmente a finales de mayo, da sus carteles para el ciclo sanferminero.
Que los Sanfermines son unas fiestas mundialmente famosas por muchas causas que no vamos a desentrañar es de una certeza sin igual. Sólo decir que la calle Estafeta es conocida mundialmente y es la única rúa de toda la península en estar entre las siete más famosas del mundo, dice ya del fenómeno de la marca San Fermín.
Tampoco decimos nada extraño si anteponemos el encierro a cualquier otro acto para dar la dimensión del conocimiento de la ciudad en todos los continentes. Para un pamplonés, dependiendo de las ciscunstancias personales, edad, familia, etc., serán otros los actos preferidos. Y para la inmensa mayoría, los días transcurren llenos de 'momenticos' para no perder detalle, y que hacen que tu cuerpo aguante los embates de la ola furiosa en que se convierte la vieja Iruña esos días de las kalendas cesáreas.
Dada la fuerza del encierro como marca diferenciadora y principal del sello San Fermín, el toro se adecúa al mismo, nunca al torero, y es por lo que la MECA y sus veedores a lo largo de la historia han seguido la máxima de la importancia del animal para ese evento por encima de la lidia ordinaria de la tarde. Y así, Miguel Criado Barragán 'El Potra', personaje histórico de la tauromaquia, funcionó siguiendo esa máxima a la orden de la empresa, y su hijo, que además de aprender todo de un sabio padre, es veterinario taurino, sigue por las mismas lindes. En la ciudad amurallada, lo primero son los toros, y ya desde el preciso instante de terminar el festejo del 7 de Julio, se está trabajando en la siguiente temporada, cuando no se hace antes. Un propio, que recorro las ganaderías que lidian en Pamplona, amén de otras, siempre los veo contratados sin ser toros, luego como toros, y además reseño erales y utreros posibles 'pamplonos' del futuro, y me consta que la Casa hace igual. Gracias al efecto encierro, la tarde, con una plaza llena con veinte mil almas, 19.800 de pago, se llena de presencia de un toro, nada bonito, dicen toreros y ganaderos, de una presencia bárbara, dicen los mayorales. Como debe ser un toro, dice el aficionado a esto. Y es uno de los lugares donde la integridad en todo se palpa desde que los ves en los Corrales del Gas.
Vivimos una nueva época. Estamos en el año I de la cuarta Edad de la Tauromaquia. Fecha marcada por los gustos, los cambios, el mando definitivo de los toreros sobre el resto de elementos conformadores de este arte viene a denominarse 'La Era de la Estética'. En esta era, el picado es secundario, el burel, bonito y que se mueva, el público dadivoso y generoso sólo con que se mueva el burel, la afición desmantelada y arrinconada en redes sociales de forma marginal. Sevilla cayó bajo la infamia de la opresión de los maestros. Madrid está subyugada bajo el hacer del lado oscuro de la fiesta. La edad del hombre ha llegado. El mando en plaza, se ha convertido en mando en todo y sobre todos. El dios Uro ha caído en esta nueva corriente. La aberración herética ha llegado al culmen. Por fin podemos decir que el Estado Español ha caído.
Sin embargo, al norte, un pueblo, un antiguo reino dividido en dos por los pirineos, aún se mantiene en pie. Hay un reducto, de diez festejitos, ocho sólo de lidia ordinaria que no ha caído. Tiene la protección de un mártir, un rico patricio, que fuera prohombre notable de la ciudad de Pompaelo, que dejó su sangre intentando llevar la luz de Cristo a las hordas bárbaras del Norte. Esa sangre es el sello, la marca, la impronta de una tierra y un pueblo que orgulloso rememora y no olvida su pasado. Estamos en tierra de toros, con dos líneas diferenciadas en la descendencia directa del dios Uro. Aquí, el reconocimiento, la fama, el sello San Fermín siguen por encima del humano, dignificando al Toro, como descendiente de nuestro dios. La sangre, la fuerza de un santo, San Fermín pone a este pueblo a la cabeza de la Tauromaquia.
Las intrigas de los toreros G pretenden desmantelar esa marginal situación. Unos desde dentro intentando la bajada del animal verdadero, el cambio por el semi animal, ya domecqsticado en todas sus facetas. Veinticuatro hombres como millones y millones de ojos humanos aún es reto difícil, y no han podido. Sin embargo, un sexteto de primera línea, 5 G's y un tarao que va a su bola, están fuera del trato. Desde los 5 G's con la insidia de quien quiere desmantelar el negocio. El sexto aduce motivos justificados.
Y así Ponce no viene, y desde hace años ni se le necesita ni interesa. a la ciudad. Quizás a El Chili y pocos más. No ha encajado en esta filosofía y porfía duramente para que este reducto no sea espejo para otros lares.
Cayetano, que no sabemos por qué es G de nada, quizás de Armani o del cluché, se esconde bajo los tíos que como llevan a Morante también, hacen fuerza en doblete, cuando a la Feria del Toro, la falta del de la Puebla es un verdadero puñal entre las costillas, y nunca la del guapo hombre de los claros ojos.
Manzanares y la tierra del viejo Reyno, jamás han entrado en mística, no han conjugado el misterio. Puede ser porque el Toro es de gran importancia aquí. Seguro que se trata de eso, ese debe ser el motivo por el que todos quieren derribar estas murallas.
Y ahora, el señor de Cervato, el que de niño fue y ha regresado a la cumbre en un Madrid vencido, @aletalavante twittero, ha engañado, mentido y faltado a lo que nunca puede hacer un hombre: su palabra. Y es que en la cabeza mundial del toreo, la empresa, única y en peligro de extinción, no firma, sólo afirma, consiente y da la mano de Hombre. Y para mayor infamia, un 'hombrico' ha faltado a la ley navarra, donde la mano es contrato.
Con puñaladas en las costillas, intrigas varias, intentos de desmoches continuos e infamias e incumplimientos de la ley de la tierra nos paga el humano endiosado para derrocar al verdadero dios. Una vez más, el santo proveerá. Echará al frente su capotillo y cubrirá la esperanza y la fe frente al deshonor y la deshonra que los quiere mancillar. ¡Viva San Fermín!
¡Ya falta menos!
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