Cada 5 de Julio, Pamplona es una locura, y el fin del mundo parece llegar nuevamente. Ayer, fue un día de locos, cámara encima y sin poder acercarme un minuto a escribir nada. ¡Vaya! Y bien que me lo estáis echando en cara!!!
Al punto de la mañana, en cuanto terminaron las autoridades, empresa y empleados con los desembarques, tres de golpe, llegó el tiempo en que tomamos el corral, cámaras de televisión, periodistas, foteros, y todo llegó a la máxima velocidad. Y para las once me había convocado en la plaza el ganadero que lidiaba a la tarde.
Debo las fotos de las tres corridas: Fuente Ymbro, Victoriano del Río y Núñez del Cuvillo. Debo la opinión de la buena novillada de ayer. Debo, y debo. Lo que me debo es a mi día de fiesta, mi día libre y mi familia que llevaba dieciséis días fuera.
Pero empiezo como muestra la locura de la ciudad, que llegó a colapsar la propia plaza del Castillo, donde en principio no se puede transitar, salvo carga y descarga hasta las once de la mañana. Así estaba diez minutos antes de cumplir esa hora.
Y en esto le pillo encerrado a Alberto Arrieta, repartiendo embutidos ricos de nuestro pueblo. Las ricas chistorras, chorizos y demás que tanto vende y produce. El pobre, como el resto de repartidores de todas las empresas quedaron encerrados en esa trampa.
Yo de camino a la plaza.
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