miércoles, 9 de febrero de 2011

VIAJE A LOS TOROS DE PAMPLONA. VIII

Una mañana más amanecemos en nuestro cuartel general en Jerez, y ya los días nos van castigando, al menos a mí, que suelo dormir poco y en cama ajena aún menos. Hemos quedado a media mañana en el campo, aunque ya el pasado atardecer Alvaro Núñez me llama para decirme que él no puede atendernos que va camino de Portugal, pero que ya conozco a los mayorales, así que cualquiera me atiende sin problemas. No es la primera vez que me ocurre en esta casa, que como en todas, están trabajando sin parar, y la verdad es que jamás me he quedado desatendido. Hoy vamos al Grullo, que dicen las cuentas que está sito en Vejer de la Frontera, pero si vas por Vejer, la vuelta es mundial. La verdad es que está junto a una pequeña población que será pedanía de Vejer, otro gran ayuntamiento de la provincia de Cádiz.
Esta casa, Núñez del Cuvillo, líder para muchos de las ganaderías punteras, está puesta con mimo, pero escondiendo su propia condición de gran ganadería. Mucha gente pasará de ruta turística por su propia puerta y ni se enterará de que es una de las casas fuertes y deseadas por las figuras, y ese planteamiento rústico en sus cercas, ese pasasr inadvertido parece ser la idea y decisión de sus dueños. Aquí tres personas se encargan del manejo directo de los animales, otros se encargan de hacer los piensos y dar de comer, el veterinario propio que a todas horas tiene trabajo, y muchas más personas que mantienen aquello en perfecto orden.
Tanto Pepe Muñoz como los hermanos Orihuela hacen todo el manejo a caballo. No puede ser de otra manera ya que sus quebrados cercados, su corta extensión hacen que los toros vivan en grandes manadas, sin llegar a las de los bisontes americanos de las películas, pero a comparación con otras ganaderías esa es la sensación que da.
Aquí todos los animales están enfundados, de forma equivocada a mi juicio y eso lo tendrían que mirar para cambiar de definición. Las pruebas han demostrado que la forma actual de colocación de funda, con transpiración y fin en tuerca no molesta a la masa ósea, se ve la punta por lo que no puede equivocar al veedor (más bien a las comisiones, a un buen veedor difícil confundirlo) y como va de media pala a pitón, ya en la mazorca y la otra media pala uno sabe distinguir sin es astifino o cornigordo, aún con las fundas, siempre y cuando, repito, se coloquen en condiciones, porque, además, el resto de caracteres de caras, si es gacho, cornipaso, cornialto, paletón, bizco, abrochado, o lo contrario, playero....se ve con la fundas de la misma forma que sin ellas. ¡Ah! y no reblandece la masa ósea que nos venden por ahí, como tantas otras cosas. Y es que si por mucha gente fuere aún nos sacarían las muelas con la bota en el hombro y con tenazas de herrero.
Llegamos puntuales y los tres vaqueros a caballo realizando sus labores, y una vez más, no tenían noticia de mi hora de llegada, así que mientras terminan de correr Juan y Pepe los toros por los quebradizos terrenos nos juntamos con Antonio que va camino de las vacas y charlamos un rato sobre como están las cosas en la casa: como han bajado las vacas (trescientas aproximadamente que imagino por qué pero no lo voy a mentar sin prueba fehaciente), como están los toros, las veintiséis a veintiocho corridas que sacan este año, como se reparten los viajes entre los tres (normal, si fuera uno solo viviría diez meses fuera de casa, además que alguna vez no se puede estar en San Sebastián y en El Puerto a la vez), y aún me salta que me va a gustar la corrida de Pamplona, que es una tía, y que no la va a querer Morante ni en pintura. Uno se reserva sus palabras, se muerde la lengua y sigue junto a Pedro que está anodadado, admirando la jaca que monta, que sin riendas ni nada no se ha movido un milímetro de sitio. Como jaca o jaco, tiene poca alzada, pero nos cuenta que es una máquina para el campo, aunque la tiene ya tan baqueteada que hay que cambiarla. Nos enseña los abcesos que tiene el pobre currela que sin llegar a nueve años está para cambiar por el tute que reciben en esa casa y que por cuatro euros las pulen. ¡Yo me la llevo! Por cuatro euros, domado como está y para darle unos paseos el fin de semana, se recupera y sirve de órdago. No me dice nada, ya la habrá pulido y me quedo sin opciones, pero si no, directo para Navarra.
Y así nos llega la hora de fin de tareas, viene Juan a charlar un rato mientras Pepe, que será nuestro guía, va a dejar el caballo que monta. Más que caballo es un autobús, y como decía El Formidable a Ruiz Miguel sobre un Miura de Pamplona que les había tocado, ' inglés, de a dos pisos'.
Uno con un jaco y el otro con un bicho que necesita escalera de avión para montarlo. 'Ande o no ande caballo grande' nos suelta Pepe, mientras montamos en la ranchera camino del apartado pamplonés. Allí, con sabiduría por costumbre, Pepe nos enseña con pelos y señales, uno a uno, los posibles 'pamplonos', y en una visita de médico dejamos liberados a estos hombres que siguen con su continuo trabajo. Los señores no están y ellos dan todo lo ue pueden y deben y se lo agradecemos. Y lo que de entrada les parecía como cutre de cercas y pintas de ganadería, de salida ya les ha cambiado el aire a mis compañeros que se dan cuenta con qué mimo están maldispuestas esas cercas para que parezcan otra cosa. Y es que esta casa es dura en sus puertas de entrada, se trabaja y se gana dinero con este negocio. No hay otra visión. Se hacen sus piensos, todo se queda en casa desde que se planta hasta que se come el animal el rancho dado, a caballo domados por ellos, y tractor va, tractor viene, de cercado en cercado echando de comer. Salimos con tiempo de llegarnos a la desembocadura, frente a Doñana y ahí nos vamos. Hemos cubierto otra etapa, han visto cosas nuevas y vamos sacando conclusiones. ¡Ah! Y hemos salidos indemnes porque nadie ha preguntado por los nombres de mis 'compis' de viaje, porque si ligan a Polite igual hubiese habido momentos de tensión por las últimas crónicas pamplonesas del abuelo cebolleta sobre visitada ganadería. Vamos a comer a la playa, que Pedro rabia por ver su Sanlúcar.

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