Como cita central del año, los Sanfermines suponen para la ciudad de Pamplona una verdadera revolución. Vivir el viaje desde que se da el pistoletazo de salida hasta llegar al día 5 de Julio, en que, todos los años parece que llega el fin del mundo, es un sin vivir, un stress continuo. Todo son prisas. A todo llegamos tarde. Todo a última hora. Y sólo para quien es de Pamplona o vive en ella puede comprender este suceso. La gente que visita los Sanfermines, llegan y ven una ciudad volcada, loca, pasada de revoluciones, pero llegar con todo, hasta el último detalle, en perfecto estado de revista supone un esfuerzo de toda una ciudad implicada. Y el día 15 de Julio, vuelta a rehacer la ciudad, que nada tiene que ver con el vendaval ocurrido esos diez días anteriores.
Todos los años, para el ciudadano hay un acto central que supone el pistoletazo de salida de una carrera de obstáculos que termina ese día previo al chupinazo. Un acto que para los habitantes en la Vieja Iruña les sirve de aviso, además de cita obligada, que llega el tornado festivo de manera irresoluta. Me refiero a la Tómbola. La tómbola benéfica que Cáritas organiza de forma inmemorial, y que desde hace cerca de cien años se instala en el Paseo Sarasate. Y ayer fue la inauguración, que como siempre se trata, es el último sábado del mes de Mayo.
¡Ya falta menos!
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