Después de pillarme en el campo una lluvia torrencial, que si en vez de caer sobre las preciosas y verdes praderas que nos acompañan por estas fechas, caen por Málaga o Algeciras, por ejemplo, hablaríamos de riada, uno llega a casa, húmedo, fresco y sin ganas de salir en toda la tarde. Y así nos dispusimos a seguir la tarde por todos los medios a nuestro alcance. Televisión siguiendo Sevilla y Valencia, el ordenador encendido recibiendo información de Madrid y de donde hubiere algo de toros y el Twiter abierto para llegar a todo y todos.
No quiero entrar en valoraciones hechas ya en demasiados medios y blogs todos con sus aciertos, seguro, porque no podemos olvidar el prisma subjetivo de lo que percibimos por nuestros sentidos, y que jamás es igual al de al lado. Quiero valorar lo cerca y preciso que tenemos todo, si queremos y nos interesa. Por los twit te vas enterando de las opiniones de aficionados y profesionales. Siempre las más arriesgadas y osadas como si este elemento fuese una charla en la que las palabras se las lleva el viento. por eso es lo más fresco y veloz. Siempre hay un twittero en algún coso dispuesto a darnos una opinión de lo que ve. De la tele, qué decir. Entre el canal toros y las autonómicas van ocupando una parcela necesaria, que gustará más o gustará menos los comentaristas, pero a un aficionado le tiene que complacer poder recordar historias pasadas y ver festejos actuales. Uno mismo debe saber discernir la realidad que le presentan de la coba, la caña y demás. Es cierto que ver toros no es fácil. Siempre hablan, desde chico lo he oído y vivido, que no es fácil ver los toros en el campo. Sinceramente, y desde mi humilde experiencia, creo que es más difícil verlos en la plaza. Y ya en la tele aún peor.
Me explico. En el campo vemos el toro. Le damos vuelta a los erales, a los utreros, a los toros bien a caballo, en tractor, en el coche, a pie. De cerca siempre dan sensaciones contrarias. La mayoría de las veces parecen más grandes. Algunas te equivocas por lo contrario y llevas gigantes a lugares que no necesitan ese burel. Pero si estás habituado, sabes colocar e igualar la disparidad de la camada en los lotes adecuados.
Por contra en la plaza, y ya no digamos en la tele, vivimos momentos encontrados, defendemos al humano, no averiguamos las virtudes del toro si el torero no lo permite, y ¡ay! qué poquita gente es capaz de reconocer las virtudes de un toro a pesar de la necedad e inutilidad del humano. No basta con decir el toro es bueno. Decir el por qué es el mérito. Tener los santos reales de sentarse con el torero dos horas después y expicarle por dónde debiera haber triunfado. Eso, muy poquitos aficionados son capaces.
Y ayer, viendo la tele a dos bandas, descompensados los tiempos de ambas corridas, Sevilla y Valencia, debido al retraso por el aguacero valenciano, yo ví algunas cosas diferentes a las que oía, y luego he leído. Sevilla, mala de verdad la corrida en cuanto a la materia prima animal. De todo en Valencia. Mejores dicen los victorinos. Mal los Miuras. Ahí, y no es por cariño ya que cuando hay que decir lo contrario se dice y bien lo saben en esa casa, yo no estoy de acuerdo. Creo que los Miuras no se comían a nadie. Cierto. Pero tenían virtudes a entresacar. Y se silencia a El Cid cuando eso era un broncón sin paliativos. Una figura que fue, que se nos ha ido y que necesitamos recuperar como el comer hace la apuesta y se pone por primera vez delante de un Miura, que entra bien, de lejos al caballo, que empuja, que sale a la llamada, que acojona a El Boni en banderillas porque recorre la distancia con la gaita arriba y midiendo la entrada, mala por cierto, de el de las garapuyas. ¡Toro malo! Para mí un toro que ni se cae, ni va de carril, ni se va a dejar dominar fácilmente. Y ahora vamos a la pelea señor matador. Y no hay pelea. Hay, más que prevengan, calzón manchado.
La gente lo silencia y al igual que los comentaristas le disculpan porque era la primera vez que se enfrentaba a uno de ellos. Para mí, en vambio, sé que si era Ruiz Miguel el que hacía eso le pitaban sin parar, cuando, sí de verdad tan malo era el toro lo que tenían que hacerle era aplaudirle por su conocimiento y brevedad a quien ha matado cientos de toros de esa casa. Nunca al que lo hace por primera vez. Como ven para gustos los colores. El vaso no está medio vacío sino medio lleno.
Y es que esto de seguir todo a la vez no te permite un perfil tan amplio como la propia plaza, pero te deja intensos momentos. Máxime si uno está solo en el salón que por desgracias personales no puede estar, por ahora, en una plaza en directo y vive del plus, de las autonómicas y de las redes. Y del campo.
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