Hace poco más de un año charlaba con uno de los decanos de los ganaderos, el gran Salvador García Cebada mientras apurábamos un amontillado en la Venta Pascual que nos abriera el apetito para la comida que Pedrito estaba describiéndonos. Bueno, la verdad es que se los decía a los otros dos comensales, porque de Salvador, rey del lugar, se sabe sus gustos de sobra, y a mí no me pregunta porque sabe que cuando paro por esas fechas su perdiz estofada es la dimensión aprobada por mis ojos, nariz y papilas gustativas.
La charla interesante que sigo atento y el ganadero sabe que le escucho, y más importante para él, le entiendo, y entre muchas cosas surge la historia de los toreros. Para su ganadería, que cada vez ve más complicado encontrar lidiadores que los tengan puestos y sepan liarla con lo suyo y de los toreros en general. De estas cuitas estábamos, cuando sonó la campana. Pedro nos conminaba a entrar al salón que la 'jala' estaba en su sitio. Y ahí seguíamos mientras picoteábamos el primer plato, cuando me pregunta qué torero lo veo mejor para romper esto. Recordando ahora la fuerza de El Juli en la temporada 2.009, no olvidando que lo de Aguascalientes no había sucedido, yo le dije que me gustaba Manzanares, que pensaba que si arreglaba sus cositas del brazo, de la mano, del dengue era un torero a seguir y contratar. Con ojillos traviesos, despiertos a pesar del cansancio que llevan en sus muchísimos años se sonrió mientras me soltaba - Manzanares es mi torero. Es el mejor. Ni Tomás, ni Juli, ni nadie. Es el mejor de largo. Su padre no le llega ni a la zapatilla. - seguía diciendo el viejo criador, mientras le escuchaba divertido, casi riéndome por la forma tan clara y diáfana de expresar su sentido del toreo, y cómo debía ser.
Ya contado por mí, como si fuera el destino, ambos nos preguntábamos cómo estaría José Mari en esos instantes. Si yo lo había visto. Que si a mi casa no viene. No le va lo mío. Y en esto que entran por la puerta Jorge Matilla y El Rabia. Y ahí que nos paramos, saludos, charla, Pepe que aprovecha para lanzarnos fotos, y me vuelvo a Jorge y le pregunto por Manzanares, que estábamos departiendo sobre él sin saber cómo iba el invierno y los entrenos. - Ahora llega, que está aparcando- nos dice Jorge. Y, casualidades del destino, embarbado fino y tapado hasta las orejas como si de incógnito fuera que entra por la puerta del comedor y allí que nos enzarzamos en la charla mientras la comida queda en el plato.
Saludos cariñosos de José Mari a Salvador y palabras amables cuando le suelta Manzanares: " Salvador, a ver cuando me invita Vd. a una tienta a su casa". Y ahí, seco y escueto, pero claro escucha la respuesta: "Cuando mates mis toros". Y en un segundo de silencio frío que salto yo y e dijo a Jesé Mari que tranquilo, que no le crea nada, que hace un minuto me decía que Manzanares era el mejor torero que había. Y ya distendidos seguimos recordando la primera y única vez que había tentado en esa casa, la primavera antes de lo del dengue. Y poquito más seguimos pues volvimos a la manduca. Al café de ambas mesas seguimos un ratito más de conversación.
Sentados de nuevo le recrimino medio en broma sus palabras y el criador que se echa a reír y me larga: "hombre no me voy a echar a sus pies. Si quiere venir a casa que venga cuando quiera. Pero que toree mis toros alguna vez. Digo." Y se sigue riendo porque sabe que mi enfado es simulado. Y la perdiz que no vuela porque está desplumada pero vuelve a la cocina para darle un calentón y seguimos con Manzanares, una vez enterados de su continuo entrenamiento, que venía de matar un toro y tentar unas vacas en El Grullo y que seguía medio mes por la ruta del Toro, preparándose para el año que volvía a empezar de nuevo, como si lo hecho hasta entonces nada hubiera sido.
Y ciertamente, la temporada 2.010 sin Madrid ni Pamplona, fue la de renovación, la del cambio en el toreo. El árbol devolvía un fruto carnoso, varietal esta vez maduro. Manzanares en su cercanía y su hacer torero demostraba estar en primera fila de parrilla para el 2.011. Sus tiros atinados podían colocarlo en el Olimpo y hacer olvidar al resto. Y lo ha hecho, sin duda, en tres tardes entre Valencia y Sevilla. Sólo la nota de prensa de que José Tomás será padre en noviembre nos ha devuelto a la mente la sombra del de Galapagar, y eso es mucho decir.
Y por eso, cuando la fruta está madura debe ser catada por todos los paladares. Debe demostrar su buen sabor, su aspecto atractivo, su calmante saciedad en todas las bocas. Y ahí es donde volvemos a fallar. Y cuando la fruta madura se vuelve prohibida se pierde hasta el paraíso. Nadie puede estar en el Olimpo, en el Valhala, en el Paraíso sin cumplir todas las metas. Siempre lo maduro convertido en prohibido quedará en el recuerdo como la vuelta a lo terrenal, perdiendo al aureola de semi-dios. Y por eso, Manzanares deseado, sin pasear por la ciudad del Toro, donde no se ven huecos, donde viven doscientas mil personas que llenan la plaza de veinte mil, donde cien mil personas en directo siguen en sus calles el encierro más famoso, la ciudad que da al mundo del Toro su posición más internacional y privilegiada; sin pisar la arena del Ebro de la Monumental pamplonesa te conviertes en fruta prohibida, y te haces humano, casi como todo el resto de mortales. Otros llegarán, harán su arte, les agradeceremos su verdad, y del que no viene ni nos acordaremos.
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