Este viernes, y ayer sábado en Madrid hemos visto dos corridas salidas del mismo vientre, de la misma mano, de la del recientemente finado Juan Pedro Domecq Solís. Es extraño ver cómo los toreros, que siempre han pedido y se apuntan a sus corridas en todos los lares no se hayan dado de gorrazos por exigir ese día. Realmente ninguno de los dos días. SIn menosprecio a los que fueron de la partida ambas tardes, ninguno de ellos está en el furgón de adelante, ni tiene caché de figura. Otra cosa es que nos gusten más o menos que muchos de los que llevan ese status.
El viernes, sería por respeto, o como por arte de birlibirloque, que diría Bergamín, Madrid daba siempre resuello al ganadero, ya que en los últimos años sus toros no habían tenido un mal comportamiento, y eso había hecho que no se le esperara como en otros lares, el ganado fue suficiente para dar triunfo a Uceda y Bautista sin remisión. Uceda cogió el tren que le transportó a la corrida del día siguiente, y Bautista debe irse a las marismas unos días a reflexionar qué está pasando con su forma de interpretar la tauromaquia.
Juan Pedro Domecq Solís, que había buscado el toro artista, cuasi poeta como él, y que había conseguido lidiar en las principales plazas al muscular su toro, correrlo, sacarlo de tipo de la casa, después de fallos garrafales en plazas importantes para él, lejos de Las Ventas, venía intentando cambiar el rumbo de su camada, buscando potenciar otros caracteres de su hoja de ruta, desechando algunos de los inicialmente potenciados, sobre todo a mediados de los noventa, y el fruto de ello, que no podrá verlo si realmente se produce, parece que empezaba a dar resultado como pudo ser el viernes, o el pasado año en Las Ventas. Igual por eso no se apuntaban las figuras aquí, o era porque la gente le daba caña a fondo cada vez que se oía su nombre, solamente. O quizás un poco por todo. El caso es que Uceda estuvo realmente bien el viernes y en medio del festejo, al saberse que en Valladolid, el festejo del día de San Pedro Regalado patrón de la ciudad (uno de ellos porque sus fiestas son por San Mateo, allá en septiembre) y de los toreros, se producía una cogida importante en un gemelo sobre la persona de Leandro, se subió al tren del sábado cuando salía de la estación. El pobre Leandro que lidiaría lo de Paco Medina ese sábado venteño causaba baja.
Creo que la corrida del viernes tuvo su interés, y que lo que se denomina mono encaste no es responsable de todos los males que aquejan a la fiesta. Más al contrario, la pregunta a contestar es ¿por qué la mayoría de ganaderos liquidan su reatas dadas y compran lo de domecq? Sabiendo la respuesta aún me preguntaría si la culpa es de los Domecq, o ellos simplemente se adaptan a lo que les solicitan. Este tema es muy largo y arduo, y no es de vencedores y vencidos como cantan por ahí, sino de realidades actuales o de amores y deseos perdidos.
El sábado, corrida que declaraban gafada por caerse dos de los anunciados del cartel, eran sustituidos por los dos toreros que han tocado pelo desde la Feria de la Comunidad, con buen criterio. Para más gafe la lluvia se apoderaba de Las Ventas. Enorme aguacero venido desde Toledo, y que allí, en Talavera de la Reina produjo la suspensión de la corrida de rejones en la que se encontraba el estellés Pablo Hermoso de Mendoza. Y va la segunda suspensión por agua en quince días. Pero la lluvia no pudo con Las Ventas. La arena, perfecto compuesto el propuesto este año, no sufrió desperfecto alguno, y los toreros salieron dispuestos. El público, más loable aún que la actitud de los matadores, allí quedó bajo el chaparrón dispuesta a ver una tarde de toros.
Paco Medina, entrañable e incansable fatigador, después de haberse presentado años ha en Lo Alvaro para comprar vacas y simiente a la ganadería del día anterior, de la misma forma que había ido a comprar a quien no le vendía y conseguirlo a maletín lleno, había vendido su casa, su creación a San Román unos pocos años atrás, también a talón limpio. No pensaba el bueno de Paco que le iban a decir sí cuando a la pregunta que por cuanto le vendería la ganadería soltó una cifra que para él fue descomunal, pero para el empresario ladrillero no. Y así, de los Yébenes, del término El Ventorrillo que daba nombre a su ganadería, con unas pocas eralas cubiertas y otras tentadas se fue unos kilómetros antes en la misma carretera. Y se instaló en el Montecillo, que da nombre también a su ganadería actual, a empezar de nuevo. Como dice un buen amigo de ambos, conociéndole seguro que se llevó "las de peor condición y nota". Y se ríe al decirlo, admirando lo buen negociante y trabajador que es el Sr. Medina.
El caso es que, después de triunfar con sus novilladas, rápido ha cogido la ola Don Paco y ya está lidiando en Madrid. Lo que para muchos no debiera ser así, responderles que el Sr. Medina viene con un bagaje de años como ganadero y criador, y que da igual cómo se llame su casa, como sea su hierro. Se respeta y se confía en su buen hacer, contrastado desde sus inicios como alquimista taurino.
Y ayer sábado echa unos toros que funcionaron sólo a medias. Bien los que fueron lidiados bajo la lluvia. Bajos de raza los de final de corrida. Si a media corrida, lidiado un toro por cada torero estábamos de tres, dos buenos, con una oreja al segundo y petición al primero, dejar de caer el aguacero y venirse todo abajo. La segunda parte fue bastante anodina. Mal lote para Tendero, que tampoco se inspiró y no estuvo codicioso. Buenas suertes supremas. Y bien el vasco Fandiño. A base de pelear y bregar con lo que le pusieran por delante está llegando donde quiere. Y Madrid, que tiene un nuevo torero. Anda bien a las duras y a las maduras. Tendero quedó inédito para mí. Me gusta el rubio manchego. Es un buen mocé, pero ayer debió apretar un poco más aunque no hubiera materia prima. Al menos por no desentonar con el vizcaíno. Y si no se hacen esos esfuerzos uno queda relegado de los primeros segundones. Y de Uceda, me gustó una frase que leí de un aficionado y taurino en el twitter. Si esta corrida hubiera sido la del viernes, Uceda no repite. ¡Vamos! Que un poco más sí pudo hacer, aunque es cierto que en el primero llovía tanto que los pañuelos no se podían contar. ¡Cómo me suena eso! La respuesta es sencilla. Si el presidente es quien más sabe, debe ser también el mejor de los aficionados y tener el criterio suficiente para entender lo que sucede. Yo le hubiera dado la oreja. Y, quizás por eso no deba estar nunca allí arriba.
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